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Aaah...Salud.

Aaah...Salud.

lunes, 22 de junio de 2009

UN DÍA DE EXTRAÑA PAZ.

La ciudad, quieta, con el tic-tac de las doce de la noche y el anuncio de un nuevo día, que se convierte en el más largo sin ser solsticio, cada respiración, produce un estertor al más allá, de la sin razón de una ciudad perdida, de una ciudad fantasma. El día anterior, era la ciudad en su agonía, la ciudad de la furia, la ciudad de la violencia, el calor en 40 grados centígrados, las horas en segundos se convirtieron, algo los llevaba a ir más rápido, sin explicación aparente. Cuando el primero de ellos, empezó a correr, como naipes, cuerpos sobre otros empezaron a caer, la ciudad se convirtió en un mar de cuerpos inertes: El cajero del banco, cayó en su sitio, la señora con las bolsas del mercado, cayó en medio de la calle, el chofer del autobús cayó sobre el volante y así cada cual en su momento y quehacer cotidiano.

Convertida en ciudad fantasma y con el anuncio de un nuevo día, se fue convirtiendo en el más largo sin ser solsticio, cada cuerpo en medio de la soledad; extraña soledad, respira sin conciencia, respira, pero no está. Todas las campanas de las iglesias en la ciudad, comenzaron a sonar, torturando cada cuerpo, aplastando cada conciencia.

El pavimento se convirtió en un hervidero, la tierra se abrió y desde las entrañas, como estelas emergieron cuerpos traslúcidos, que flotaban en el aire. En la ciudad ya no cabía un cuerpo de esta extraña apariencia, pero todos pertenecían a ella.

Los demás cuerpos yacían en el piso, respirando. Por un día, el más largo de todos los tiempos, los muertos, convivieron en paz como vivos, en la ciudad de la agonía... Era el mes de un verano de la no existencia.

domingo, 7 de junio de 2009

EL REFLEJO DE UN NOMBRE.

"Son casi las doce, de una noche calurosa y fatigosa, afuera se escuchan maullar los gatos, seguro tienen sexo desgarrador": Lo último que he escrito en ése diario que ahora arde, al igual que quema mi alma por dentro... La hojilla de la maquina de afeitar, necesita un cambio, de tanto que la he usado, la navaja es para el rostro. Acostumbro a rasurarme las piernas sin espuma; sin nada más que la hojilla, sobre la piel: Una especie de rito descarnador, de miércoles a sábado. "Papi, es hora de que vayas pensando en cambiar de trabajo, la otra vez llegaste con un ojo morado" Siempre dispuesta, hermosa, nuestro amor está cada vez más vivo, desde la primera vez: "Aún te amo Vanessa" le dije antes de salir, ya pasada las doce. No me escuchó.

En el estacionamiento me espera el Wolkswagen, en el número 24 ya descolorido, es el puesto que me ha tocado desde que vivo en este edificio. Mi alma ya no soporta este dolor que llevo por dentro, ella no se merece esto, ¡Ella no se merece esto! el sonido de la corneta golpea incesantemente en el Wolkswagen, siento como haber corrido una carrera de fondo, que no tiene meta, sudo copiosamente, debajo del asiento de atrás, me espera un bolso marrón, que pongo en el asiento del copiloto, a una cuadra del edificio me detengo, en el callejón de siempre, extrañamente, es el callejón que ha sido testigo de mis encuentros apasionados con Vanessa: luego del cine, o de algún restaurante, algo de allí nos atrae: Una cuadra de árboles inmensos, escoltan pequeñas casas de fachada uniforme, todas de blanco: "Parece al cuento, Alicia en el país de las maravillas" me decía ella. Pero ella no está, solo ése bolso y yo, el cierre se atasca y no lo puedo abrir, una fuerza impotente hace saltar del bolso su contenido: Un par de tacones rojo, peluca, malla y un vestido sexy de color carmesí. El bolso vacío vuelve al asiento posterior.

En el retrovisor se ven unos ojos maquillados, pero sin brillos, que no pierde de vista la autopista, voy llegando a la discoteca, que no es tal; si no, una gran avenida que se llama "La Libertador" no puedo reprimir las ganas de llorar, alguien con voz andrógina y con taconeo incesante -un tic tac flagelante- me llama: ¡Vanessa! ¡Vanessa! "Aún te amo Vanessa" ¿Por qué tu nombre? aceleré a fondo, de vuelta a casa.

Atrás quedo el callejón: "Alicia en el país de las maravillas", el número 24 descolorido, una mujer de 1,85 m alterada visiblemente sube corriendo por las escaleras -No quiero llegar tan rápido, solo quiero correr, mientras pienso, me quedan cinco pisos, me falta el aire, ya para qué- Abrir la puerta fué un acto de recuerdos hermosos, quitarme los tacones al entrar, un acto impío. Ahí está ella, soñando, que dulce se sienten mis labios en tu piel, te beso en la frente como la primera vez, adiós.

La peluca reposa en el lavamanos, El vestido arrugado en el piso, las mallas en la bañera. Un cuerpo desnudo avejentado por la miseria del alma, se encuentra sentado sobre el inodoro, ya no hay lágrimas, solo una mirada sonámbula y en la mano una navaja. -"Me gusta afeitarme la cara, con la navaja, así se afeitan los vaqueros"- solía decir. Esta vez la navaja, desgarra los testículos, un derrame de sangre inunda todo el baño.

...Un grito despertó a Carlos, la travestí más famosa de la Libertador, conocido con el alias de Susanita.
-¡Ay! qué pasa, Susy, duermete, tú y tus pesadillas -Dijo Manuel, compañero de cuarto de Carlos-