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Aaah...Salud.

Aaah...Salud.

domingo, 29 de marzo de 2009

Día 1...

Mi pequeña hija una vez más me llamo papá, que alegre me siento: Pa-pá, parece mentira que hayan pasado seis meses. Esta semana ha sido anormal para mí y  Sandra nota todo eso. Estoy sudando más de lo normal y bebiendo un poco más. Bebiendo un poco más, emborrachándome más de lo normal; no sé si viajar o quedarme. Dejarlos aquí, una carga menos. Ahí viene Sandra.

 

No quiero almorzar con ella hoy, no sé porque insiste, quiere que la lleve al bendito restaurante de siempre, ya estoy cansado: ¡Sandra no! Hace tres años nos dimos un sí con amor, recuerdo la primera vez que te dedique aquella canción: "Tus ojos verdes me matan" estaba enamorado, aun lo estoy; solo que a veces siento la pérdida de sangre que llega con menos fuerza al corazón: a los dos, entérate. Esta semana se me ha acelerado más de lo normal. Anoche no pude dormir bien.

-¿Qué tenías anoche, te sentí una respiración estertorosa?, No me dejaste dormir.

 

Se enfada conmigo, es la primera vez que le digo que no en años, todo ha sido sí, aunque no lo quiera. Me toca quedarme con la bebé, se fue molesta. Prensa y más prensa no quiero saber nada de noticias. Tengo que decidir rápido. Está llorando otra vez, que ojera tengo dios mío. ¿Qué hago? El orine está limpio; éste bajante es un peo, debe estar la bomba dañada, a ver: no era nada. Sigue llorando, voy a tener que dejarte con tu mami, sí mi cosita bella, no te parezcas nunca a mí, bueno soy inteligente; por lo menos desarrolla mi inteligencia. Aquí está el tetero, debe ser hambre. Ahora se ríe, ¿por qué? ¿Qué hice? La voy a dejar allí, después se dormirá.

 

SANTO PATRONO LÍBRAME DE TODO MAL/ SANTO PATRONO LÍBRAME DE TODO MAL/ SANTO PATRONO LÍBRAME DE TODO MAL.

Vamos a cambiarte la vela, por una nuevecita.

No me desampares en este momento, en que más te necesito.

Se ve clarito no se equivoca ese es el camino que debo tomar, está fuerte y pica.

 

Debería ir mañana al trabajo, tengo que definir, qué voy hacer, voy a ir al trabajo, de lo contrario Sandra empezaría a sospechar.

 

 

 

Mi amor acuéstate, anoche deje el juego por la mitad.

-Bueno apresúrate con el jaque-mate, que no aguanto, te tengo una sorpresita.   

Día 2

Me sirvió de relax, la sentí como nunca: ella montada sobre mí. Yo sobre ella. Me exprimió hasta la ultima gota de semen, no sé si vuelva a reproducir tanta cantidad, estoy a punto de perder el sentido de lo que haga falta. No lo grabe. Por lo menos la tendría en mi memoria, desde un registro sexual, único y a la vez extraño.

-Me estás matando por dentro, estás transformado, no te reconozco, pero me gusta, dame más así.

Cada vez el recuerdo me provoca una erección. Pero no tengo tiempo para eso, ahora no.

 

 

Ahí está él, siempre con su risa cínica de poder absoluto. Posiblemente me equivoqué de persona. Mi oficina está igualita, todo en su lugar. "Ese es el camino que debes tomar" Esta cuenta no me cuadra, este balance está incompleto, en mi cabeza no caben más números, está llena de callejones con mucho tráfico y se me acaba el tiempo. ¡Apaguen el televisor por favor!

-¡Ahora no te interesa la política!

-No me puedo concentrar.

-Me extraña, siempre has dicho que puedes hacer varias cosas a la vez.

 

Varias cosas a la vez. No recordaba esa habilidad en mí. Hasta el viernes pasado. El estomago está mal, está congestionado, comí demasiado, no me gusta cagar en esta vaina, ¿por qué me tiembla la mano así? Esos pensamientos de donde vienen: ¡Déjame! Mejor así, siente la hoja en tu vientre, como brilla ¡no! ¡Suéltame! ¿Cómo la sientes?, Está filosa verdad, su-el-ta-me... ¡Ya voy para fuera!, seguro es el cínico, que le dio cagadera. Ciertamente me equivoqué.

 

Ahora no quiero Vanessa, no queda nada en la reserva, Sandra me dejo exhausto.

-Anda papi, deja el trabajo para después, vamos hacerlo aquí, sobre el escritorio o si quieres lo hacemos debajo.

¡No quiero! Maldita sea me voy. Necesito caminar; todavía puedo caminar. Dejo el carro.

 

-Señor, tres por dos cómpreme uno.

-Hola no te acuerdas de mí.

¡No! Estoy apurado.

-Pe...

-Una limosnita por el amor de Dios.

APURADO/APURADO/APURADO/

-Señor, pase está en oferta.

-Cristo viene, el fin se acerca.

DE PRISA/CORRE/CORRE.

-Señor, se le cayó...

 

 

Sandra no ha llegado, no han traído a la bebé. Estoy sudando. Necesito quitarme esto de encima que me ahoga. Esta fría, ah que alivio, voy a dejar que el agua corra sobre mi cabeza: Llovía a cántaros; como ahora siento el agua, no me muevo, dejo que cubra todo mi cuerpo. Solo recuerdo, como igual golpeaba el agua sobre los dos: del miedo a las lagrimas, de las lagrimas a la impotencia y de la impotencia a la nada.

 

 

-Amor ya llegue.

Me estoy bañando

-Quiero que veas esto me causo risa, se parece a ti.

 

 

 

 

   

Día 3

Son las tres de la mañana, no he podido dormir. "Se parece a ti" se parece a mí, podría haber dos iguales. No acepto comparaciones. La bebé empezó a llorar. "Tiene el rostro de papá" voy a tener que cargarla un rato, quizá sea la ultima. Luna llena, completa soledad, ni siquiera un gato, solos tú y yo viendo la calle, te ríes igual a tu mamá. Esto, son gotitas de agua que brotan sin explicación, le llaman lagrimas. Por allá se escucha una sirena que rompe con el silencio.

 

No sentí cuando se fue Sandra, la niña ya se la llevo la niñera. A ver de qué no me he enterado.

"Encontrado cuerpo amordazado y en estado de descomposición"

 

No puedo esperar más, es mi rostro. Me voy así mismo. Estas dos pacas son suficiente dinero, pasaporte, todavía no tienen mi nombre; pero sí mi rostro, me agarrarían en el aeropuerto, como sea tengo que cruzar la frontera. Un papelito, este me sirve. "Sandra, te amo y siempre te ameré, cuida de mi hija, nunca más me vas a volver a ver; piensa en mí como a un muerto. Adiós"

 

 

 

-Papi ya llegue, ¿estás en el baño?, Aquí está su maletín, está todo en el closet, ¿qué se habrá hecho? Seguro fue a trotar, como todos los viernes; el viernes pasado salió a pesar de la lluvia. ¿Y éste papel...?    

 

ENTRE TUMBAS, SOMBRAS Y AMOR (Miguel Castillo)

Para el resto de los mortales, el día comienza con el lento abrir de los ojos, con ese diario debatir entre el olvido del sueño y la aterradora conciencia del día. Para mí, en cambio, la existencia deja de ser un sueño cuando Ella ilumina la realidad con las brumas de su sonrisa.

     Ya no recuerdo cuándo la conocí, ni siquiera si llegué a conocerla realmente, aunque pienso que fue hace algunas semanas. Las fechas no tienen ningún valor para mí. Los días no me envuelven, no pueden dominarme. Yo soy quien transita por esa abstracción que es el tiempo, y no al revés. Sé que esto puede sonar extraño, o incluso ingenuo, pero es la verdad. Mi relación con Ella no puede describirse con palabras convencionales, ya que nada hay de convencional en nosotros.

Lo que sí puedo describir es nuestro primer encuentro. Ya he dicho que no puedo recordar cuándo nos conocimos, aunque el resto de aquel día brilla en mis recuerdos con una intensidad cegadora. A veces pienso que nunca abandoné aquella mañana bajo sus ojos, que por alguna extraña casualidad del destino mi realidad ha quedado suspendida, congelada; repitiendo la misma estúpida secuencia de movimientos.

Es curioso, basta con sentir el amor de una mujer para que el mundo se detenga; si no la hubiese conocido, aquella mañana sería una sombra en la memoria, o ni siquiera eso, sin embargo, después de ser contemplado por sus ojos, aquella mañana siempre se estará desarrollando, sus infinitas sutilezas no se perderán, al menos hasta que desaparezca el último que las recuerde.

Era una mañana despejada, Ella caminaba hacia mí con la mirada en otra parte. Sus pasos eran seguros, pero sobre sus hombros se adivinaba una carga, algo difícil de definir, pero perceptible. Cuando ya pasaba a mi lado, sus ojos me percibieron, o mejor dicho me atravesaron. Nunca había sentido algo semejante, ya que la gente suele ignorarme alegremente; incluso a veces siento el impulso de mirarme en un espejo para comprobar que existo, que soy real.

Su mirada duró apenas un instante, luego siguió caminando. No sé qué la impulsó a retroceder, nunca me lo dijo, pero lo cierto es que sentí sus pasos firmes mientras venía hacia mí. No alcé la mirada, no quería incomodarla con la visión por demás desagradable de mi rostro. Dejé que se acercara sin invadirla. Se sentó frente a mí en el pasto, y dijo:

-         Eres lindo...Franco...

Mis ojos estaban clavados en el piso, no hubiese podido levantarlos aunque el destino del mundo dependiera de ello. Sentía mil palabras moviéndose en mi boca, pero mis labios se negaban a abrirse. Supongo que aquel congelamiento duró algunos instantes, aunque no podría asegurarlo. Finalmente, alcancé a pronunciar unas pocas palabras:

-         ¿Quién eres? Silencio. Ella tampoco me miraba.

-         Parece que estamos igual de solos. - dijo, mientras arrancaba una flor seca del piso.

El resto de la mañana la pasamos en silencio. Creo que nuestras presencias nos brindaron cierta calidez. Como si no necesitásemos demasiados preámbulos para sentirnos cómodos. Ya era bien tarde cuando Ella finalmente se puso de pie, alisando con manos pálidas su vestido negro.

-         Creo que voy a volver. Me gusta tu compañía. - dijo, y se fue.

Mi vida se convirtió en un eterno esperar. La ansiedad me comía por dentro, como un grito que nunca se termina de manifestar, pero que sigue latiendo en los oídos con un palpitar que no deja lugar para otro pensamiento.

Pasaron los días, o las semanas, hasta que apareció nuevamente. Su ausencia me había permitido ensayar aquel torbellino de palabras que hubiese deseado decirle. De nuevo, se sentó en el pasto, frente a mí.

-         ¿Siempre estás por aquí? preguntó.

Estaba por responder que sí, cuando Ella comenzó a reírse.

-         Perdón - dijo. A veces hago chistes malos cuando estoy nerviosa...

Creo que me sentí halagado; que una mujer con sus ojos se sienta nerviosa con mi compañía y me pareció el mejor de los cumplidos posibles.

-         No hay problema. A mí me pasa lo mismo. - dije, o creo haber dicho.

-         Yo soy Patricia, encantada, Franco.

-         ¿Cómo sabes mi nombre?

Ella jugaba distraídamente, arrancaba unas pequeñas flores secas del suelo. Pensé que lo mejor era hablar de otra cosa, si Ella quería decirme cómo sabía mi nombre, tarde o temprano lo haría.

-         ¿Te gustan? - dije, mientras señalaba las flores secas. Se llaman Calendas.

-         No me gustan estas flores, no sé cómo se llaman. - dijo, como si no me escuchase. Me gustan las rosas y los jazmines, especialmente los jazmines.

 

 

Entonces levantó la vista, me miró, y con cierta timidez alzó la mano como para acariciarme el rostro, pero se detuvo.

-         ¿Ya te dije que eres lindo?

-         Si, el otro día creo...

-         Sabes Franco me gusta tu compañía, pero no sé, me parece extraño todo esto. No sé que me pasa; debo estar loca por hablar contigo, a veces creo que tengo algo malo adentro, como si todo me doliese el doble que a los demás...

Ella se acomodó el cabello, y pude ver las marcas en sus muñecas.

-         Me duele el mundo, Franco. ¿Me entiendes?

-         Si.

-         ¿Me vas a ayudar?

Durante un segundo sentí algo extraño, no era terror en el sentido de la palabra, sino algo verdaderamente fatídico, como los ecos de una pesadilla que durante la mañana apenas recordamos.

-         ¿Ayudarte? ¿Con qué? – Le dije.

-         Sola no puedo. Ya lo intenté, pero no pude. Cada segundo que pasa es peor, no puedo pensar en otra cosa. Necesito tu compañía para hacerlo.

Después de esto, Ella ya no habló. Yo, por mi parte, elaboré una serie incontable de argumentos, le expliqué que era una locura, que era joven, que seguramente había miles de cosas por las cuales vale la pena levantarse cada mañana. Lo dije todo, y Ella seguía con los ojos en las flores, inmune a mis palabras. Hoy estoy seguro de que no me oía.

-         Voy a entrar esta noche, tarde, cuando los guardias estén durmiendo. Por favor, necesito que me ayudes, Franco. Y se fue, sin regalarme el resplandor de sus ojos. Las sombras se alargaron. Llegó la noche.

Te cuento esta historia, aunque sé que nadie puede oírme, porque Ella puede llegar de un momento a otro y no me gustaría hacerla esperar. Me he jurado que no voy a ayudarla, no podría aunque quisiera. Dicen que el amor es desear para objeto amado una felicidad completa, aún cuando esa felicidad nos excluya. Yo no creo que este sea el caso, la amo y la necesito viva; necesito su sonrisa, sus ojos, sus dedos desgranando flores muertas. La necesito porque sin Ella soy una Sombra.

Después de todo, ¿cómo podría ayudarla? ¿Con qué manos podría sostener las suyas mientras su vida se derrama sobre la hierba? Si pudiese la golpearía, le haría ver que el mundo merece nuestras lágrimas, que una flor seca y muerta alcanza para justificar la más honda de nuestras melancolías, que sufrir es un don del cual no debemos renegar, que nuestra tristeza debe arroparnos, que la verdadera pesadilla, el verdadero horror, consiste en no sufrir.

Pero sé que es inútil, Ella ha tomado su decisión y yo no puedo cambiarla, no en éstas condiciones. Si hubiese un corazón en este vacío, si fuese aire el que respiro, si fuese sangre la que fluye en mis venas, creo que sí podría detenerla. Pero soy una Sombra, una de las tantas que se agitan en éste cementerio, flotando entre cruces y epitafios; tratando de evocar la tersura de una caricia, de un beso, de una mirada.

No sé porqué me eligió para regalarme el tesoro de la compañía, aunque sospecho que ha sentido lástima al observar mi foto, al contemplar mis ojos suicidas, o tal vez, simplemente, le ha gustado el nombre que puede verse en mi lápida. Ya la veo saltar el muro, un resplandor metálico se vislumbra en su mano. Supongo que lo único que puedo hacer es acompañarla.

martes, 24 de marzo de 2009

Vómito Social.


Corre tan de prisa, que ya no puede parar, pocos metros faltan de la siguiente esquina, ya no logra oír un solo ruido, todo se confunde... algo punzante estruja su tímpano, falta poco para la esquina, cae...

-¡Dame tu cédula!

No responde.

-Eres, sordo acaso -Golpea con la culata el rostro de el-

-¡No entiendo!

-Toma, coño, para que entiendas -Vuelve a golpear con más fuerza-

-Solo soy un trabajador.

-¿En que trabajas?

-Aquí, en la calle.

-Tu sabes que nos diferencia, sube la cabeza, eso es, ahora besa mi bota y limpiala...

¡Súbanlo, a la jaula! no tienes derechos.

(En la calle, los gritos, disparos y sirenas se confunden)

-Dobla la otra esquina, que escucho llanto jajajaja...

Documental de Caracas